Analizar (y tratar de entender) una elección como la de ayer sin estar involucrado ideológica ni sentimentalmente con ninguno de los dos candidatos parece una quimera. Doce años de kirchnerismo nos acostumbraron a pensar que no existe el punto medio: estás con nosotros o sos el peor de los gorilas. Va un intento, con pretensión de objetividad cero:
Para empezar, me parece que estamos ante un fenómeno (el macrismo) que va más allá de la acusación "la ciudad de Buenos Aires es oligarca, gorila y tilinga, por eso vota así". Echar mano a este discurso es no entender el fenómeno y atrasar varias décadas. Se trata más bien de un tipo de representación y gestión con el que podemos no coincidir pero que se sigue afirmando, por un lado; y por otro, un espacio político que entendió a la perfección el rol del "otro" en política. Siempre se necesita un "otro" sobre el cual afirmar en oposición mi propia identidad. El kirchnerismo, primero en la ciudad, después en Provincia de Buenos Aires y finalmente en el país, entró en el juego y es, creo, el mayor responsable del crecimiento exponencial del macrismo con menos de diez años de existencia.
Dentro del kirchnerismo debería haber una fuerte autocrítica luego de esta elección. El modelo de confrontación constante y el clientelismo grosero (sumado a la inflación, desempleo, inseguridad, corrupción, etc.) echaron por la borda doce años de ciertas conquistas (sobre todo en el plano social) que nadie en su sano juicio podría negar. Derechos Humanos, Asignación Universal por Hijo, ANSES, Paritarias Libres, estímulos a la industria y al consumo, por nombrar sólo algunos logros. Pero el problema con el kirchnerismo tiene que ver mucho con las formas, más allá del contenido. Esa postura agresiva y beligerante, alimentada en un ida y vuelta con los grupos mediáticos, decantó en lo que muchos llaman "la grieta", esa clara división social que delimita amigos y enemigos, sin lugar para los neutrales.
El kirchnerismo perdió casi un 20 % de votantes desde 2011 hasta las Primarias de este año. Ok, no es un dato menor que la cara visible ya no sea Cristina sino Scioli, sobre todo teniendo en cuenta la liturgia peronista del culto al personalismo. De todas maneras, al tratarse de un partido de masas con un enorme aparato detrás y doce años de continuidad a nivel nacional, la pérdida de votantes tiene que ver con un fenómeno más abarcativo, que implica malas decisiones en el plano económico, gran cantidad de actos de corrupción en el seno del propio gobierno y una forma de comunicar egocéntrica y reaccionaria. Cóctel explosivo en el largo plazo.
Del otro lado, un espacio político en formación, sin aparato, sin caras demasiado conocidas, con aciertos y errores en la Ciudad de Buenos Aires, con procesamiento de Macri y el "Caso Niembro" entre las aristas oscuras... pero quién se hubiera imaginado hace cuatro años un escenario como el de hoy? Sin dudas la coyuntura social estuvo de su lado, el resto fue apostar al discurso del cambio y dejar (y alentar) el autodesgaste de Scioli y el kirchnerismo en general.
Podría decirse que se trata del primer gobierno de derecha pos dictadura. Convocando además a los pocos radicales que quedaban luego del fracaso de la Alianza y a ciertas figuras del progresismo unidas por su oposición al kirchnerismo. El enemigo de mi enemigo es mi amigo...
Probablemente el gobierno de Macri sea un viraje hacia políticas más cercanas a la derecha, al sector empresarial y los grupos económicos. Seguramente preste menos atención a los Derechos Humanos, a políticas sociales para el trabajador y los sectores bajos de la escala social. Lo único cierto es que no le tocó el escenario mas sencillo, algo así como hacerle hombre a hombre a Messi perdiendo 1 a 0.
Quedará para la anécdota este nuevo capítulo de la maldición de los gobernadores de Buenos Aires en las presidenciales. También el rol del kirchnerismo como oposición, habiendo perdido además su bastión en la provincia. Lo único concreto por ahora es, parafraseando a un tal Diego Armando Maradona, que al kirchnerismo se le escapó la tortuga.
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