7 de septiembre de 2017

Al borde del abismo

Es la crónica de una muerte anunciada. Sí, aunque suene a frase hecha. Se veía venir por todos lados, no existe ni un atisbo de casualidad en este presente catastrófico. Porque si tienen que pasar 3 Directores Técnicos en menos de 4 años, qué esperábamos? Clasificar al Mundial caminando y quizás si se enciende Messi allá en la estepa rusa (?) también ganarlo? No, lo más lógico y cercano a lo previsible dentro de la imprevisibilidad de este deporte es el escenario actual: al borde del abismo y con chances concretas de un papelón histórico quedar afuera de Rusia.

Luego de la doble fecha de la eliminatoria Argentina cosechó 2 puntos: pobre empate como visitante ante Uruguay (aunque apuntalado (?) por los resultados adversos de rivales directos) y vergonzoso empate como local ante unos morochos que no los juna nadie la humilde Venezuela. Este último resultado termina de inclinar la balanza hacia el abucheo generalizado y el cercano escenario apocalíptico.

No sólo no se le pudo ganar a Venezuela como local (¡VE-NE-ZUE-LA!), no se le pudo crear 5 situaciones claras de gol al último de la eliminatoria. Con el mejor del mundo de nuestro lado, con pseudo estrellas que ya se comieron 3 finales, varios técnicos y hasta un Presidente de AFA (?).

Aunque en este punto hay que detenerse: desde el amanecer de los tiempos (?) los argentinos nos creemos más de lo que somos. En todos los órdenes de la vida, pero en el fútbol sobre todo. Y la realidad es que no, no estamos ni cerca de serlo. Si nos ponemos a repasar nombre por nombre, tenemos al mejor del mundo y luego amigos de Messi buenos jugadores en los mejores equipos del mundo (en algunos casos). Pero ningún crack, ningún distinto en serio como Messi, no llega ninguno a segunda guitarra (?).

Y esperar que Messi se saque tres tipos de encima y haga una genialidad, no es jugar bien. Y no siempre va a pasar. Apostar a eso en lugar de buscar juego colectivo, variantes, elaboración asociada en cada sector resulta un atajo que muchas veces te puede salir bien, pero lo más probable es que la mayoría te salga mal. Meter treinta toques laterales sin profundidad tampoco es jugar bien.

A esta altura la casaca albiceleste pesa mil doscientas tonaledas. Argentina juega contra Argentina, no contra el rival de turno. Juega contra el contexto. Este nerviosismo impregnado (?) se trasluce inevitablemente al juego: los pocos que la piden deciden mal, las individuales no salen, no hay rebeldía frente a la adversidad, no hay amor propio. Y estamos hablando de la posibilidad concreta de quedar afuera de un Mundial (!), el fracaso más estrepitoso y vergonzante en materia futbolera que existe.

Las excusas no se televisan, dicen. Poco importa el poco tiempo de trabajo de Sampaoli y la falta de rodaje. Pasó la escoba, renovó aires. Parece no alcanzar. Martino y Bauza, técnicos diametralmente (?) opuestos, tampoco pudieron encontrar la tan mentada identidad. Poco importa ya, quedan dos partidos y sólo queda ganar. Te jugás la historia, hermano!

1 de septiembre de 2017

Un mes sin Santiago Maldonado

Un mes puede resultar una insignificante medida de tiempo dentro de la vorágine en la que vivimos. Simplemente 30 días. Menos de una décima parte del año, el 2,083 % de un mandato presidencial. Nada. Pero cuando se trata de la desaparición de una persona, es una eternidad insoportable.

Santiago Maldonado desapareció el 1º de Agosto pasado durante una represión de Gendarmería contra una protesta de Mapuches en Chubut. De acuerdo a la información conocida los manifestantes cruzaron un brazo del río Chubut en retirada, todos menos Santiago, quien no logró cruzarlo. A partir de ahí, nada. Fundido a negro. Fin de la cinta. Sólo especulaciones. Sólo estigmatizaciones. Ni una puta certeza.

El caso Santiago Maldonado hace resurgir una serie de discursos anquilosados que creíamos superados: estigmatiza a los militantes, criminaliza la protesta, demoniza a los pueblos originarios, desacredita cierto estereotipo del joven idealista que sale a la calle, en fin, atrasa cuarenta años.

Desde los organismos estatales, quienes supuestamente deberían proteger a Santiago, están más preocupados por tirar la pelota afuera y desviar la atención con hipótesis inverosímiles que por encontrarlo. Por un sendero similar va el periodismo, echando mano a un sinfín de hechos inconexos y rasgos negativos que terminan prácticamente naturalizando una desaparición, confundiendo víctima con victimario. Por último, aunque no menos importante, se habló de "adoctrinamiento" porque las escuelas propusieron hablar y debatir sobre el tema. Un delirio.

Lo cierto es que Santiago Maldonado nos falta hace un mes. Y nos falta a todos. Porque no se trata de un "loquito que iba a hacer quilombo" como nos quieren hacer creer. Se trata de un desaparecido en democracia. Una desaparición forzada en democracia. Y sí, también nos faltan Julio López, Luciano Arruga, Nisman y demás. Ésto hay que aclararlo porque nunca falta el boludo que te quiere correr por izquierda. Nos faltan todos y no nos pueden faltar más. Y no podemos naturalizar que nos falten

La única pregunta que tengo después de estos cinco párrafos es: ¿Dónde carajo está Santiago Maldonado?