29 de mayo de 2015

FIFAgate

Suiza, ese faro de eficiencia, honestidad y trabajo, al que aspiramos y ponemos como ejemplo todos los subdesarrollados de este lado del charco, esa utopía inmaculada que admiramos tanto y que tenemos siempre a mano a la hora de discutir sobre política, sociedad, cultura, etc., ese paraíso fiscal en el que todo funciona con la perfección de un reloj ídem (Cuack!) se vio manchado, señalado y puesto al descubierto por nada más y nada menos que un juego: el fútbol. 

Siete dirigentes de la FIFA fueron detenidos en la casta y pura Zurich en el marco de una causa que investiga corrupción por más de 100 millones de dólares en la cesión de los derechos televisivos de distintas competencias deportivas, entre ellas los Mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022. 

La FIFA está presidida desde hace 17 años por Joseph Blatter (Suizo), quien sucedió en el cargo al brasilero Joao Havelange tras 24 años de reinado (!). Claramente en la FIFA el sillón es demasiado cómodo (?). Ahora bien, un caso de corrupción como éste, de repercusión mundial, exige desde la ética y el amor propio de cualquier ser humano con algo de dignidad en sangre, una renuncia masiva de dirigentes. Sobre todo de su cara visible, máxima responsable de colocar a los funcionarios corruptos en lugares de poder. 

Muy por el contrario, se realizó en el día de hoy una elección histórica para la presidencia de la FIFA en la que el caradura de Blatter resultó triunfador por 173 votos contra 73 de su único rival, el Príncipe de Jordania Ali bin Al Hussein, quien se retiró de la segunda vuelta reglamentaria (sí, ballotage en una elección entre dos!! Ésto es un circo). Así, se extienden a potenciales 21 años de Blatter al frente del máximo organismo del fútbol mundial.

Este resultado se explica, en gran parte, por la práctica extendida del mecenazgo, más cercano a la política que a la dirigencia de cualquier deporte. Así debería ser, al menos. Pero desde que el fútbol se tornó uno de los negocios más rentables, los favores a cambio de apoyo (el famoso "dame-que-te-doy") se volvieron moneda corriente. 

El "FIFAgate" desnuda la necesidad de un cambio en todos lo niveles: de nombres, de topes de períodos al frente del organismo, de formas de elección (resulta caricaturesco que el voto no sea secreto a esta altura), de transparencia en los números, etc. 

Para el final, dos frases bien nuestras exportadas al mundo: 1) "Todo pasa", cualquier parecido con la realidad de la AFA no es pura coincidencia. 2) "La pelota no se mancha", Ay, Diego!


15 de mayo de 2015

Papelón histórico

Dentro de muchos años, cuando se escriba el libro negro del fútbol argentino, el capítulo dedicado al 14 de Mayo del 2015 será sin lugar a dudas uno de los más oscuros. Porque la acumulación de una serie de hechos desafortunados, responsabilidades individuales y negligencias desde todos los rincones implosionaron manchando con tinta indeleble al espectáculo deportivo más hermoso del mundo. Una vez más...

Boca y River se veían las caras en un choque histórico: partido de vuelta por los Octavos de Final de la Copa Libertadores, la competencia más prestigiosa a nivel clubes en el plano continental. Uno de los dos seguiría, el otro quedaría en el camino. El sueño de todo hincha: poder eliminar deportivamente a su histórico rival de una competencia internacional. Y de los neutrales también, porque contemplar a los dos equipos más grandes de nuestro fútbol en esta instancia es (o debería haber sido) un espectáculo hermoso.

Pero la historia estuvo lejos de todo atisbo de belleza. Una vez más, lo violentos acapararon la escena entregándonos un devenir de escenas bochornosas: gas pimienta arrojado en la manga de los jugadores de River al momento de iniciar el segundo tiempo, jugadores quemados, insistencia por parte del plantel y cuerpo técnico de Boca para continuar el partido, poca personalidad del impresentable árbitro para suspender lo que a esa altura ya era un papelón, el plantel de River retirándose mientras desde la tribuna les llovía de todo, dirigentes de la Conmebol yendo y viniendo sin saber qué hacer, un operativo policial digno de una comedia yanqui de bajo presupuesto, los jugadores de Boca saludando al final a los pelotudos hinchas que iniciaron este quilombo... Ni a propósito se podría haber hecho todo tan mal.

Pero sería un error pensar que este tipo de comportamientos (repudiable, está demás decirlo) es solamente patrimonio de la hinchada de Boca porque son negros, cabezas, poco menos que simios (en redes sociales se pudo leer este tipo de cosas y más). La violencia es parte constitutiva de todas las hinchadas del fútbol argentino. Ya no se trata de una anomalía aislada que es necesario erradicar, sino su modo de expresión de las frustraciones deportivas. Y el límite entre el tan mentado folklore del fútbol y la incitación a la violencia (lábil como pocos, es cierto) los violentos tardan segundos en traspasarlo.

Porque la cultura del aguante, esa suerte escala de valores surrealista en la cual cagarse a trompadas en la cancha, tratar al hincha del equipo rival de "puto", "cagón" y "amigo de la yuta" o incluso llegar a matar a un simpatizante de otro club, está bien. El "aguante" legitima todo tipo de violencia. Y fueron los 35 años de "grondonismo" los que posibilitaron el crecimiento exponencial de las Barras Bravas del fútbol argentino. Amparadas por la connivencia policial y dirigencial, metidos de lleno en los negocios de los clubes y utilizados como punteros políticos, todo eso potenciado por falta de sanciones desde (donde si no) la AFA. La herencia que Don Julio nos legó...

También sería un error pensar que el fútbol es EL problema. Por el contrario, este tipo de situaciones de violencia extrema hablan de un problema mucho más profundo: una sociedad enferma que encuentra en el fútbol el vehículo ideal para manifestar su falta de valores, educación, principios... todo eso no puede expresarse sino de manera violenta. 

El fútbol argentino está herido de muerte. Hace rato que lo está. Lo de ayer es solo un episodio más, que traerá debates, sanciones, medidas de seguridad... todas aspirinas para intentar curar un cáncer terminal. Porque dentro de una semana la pelota volverá a girar y todos nos olvidaremos rápidamente de este papelón hasta que vuelva ocurrir. Y así, en esta rueda patológica que llamamos fútbol argentino. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables.