Suiza, ese faro de eficiencia, honestidad y trabajo, al que aspiramos y ponemos como ejemplo todos los subdesarrollados de este lado del charco, esa utopía inmaculada que admiramos tanto y que tenemos siempre a mano a la hora de discutir sobre política, sociedad, cultura, etc., ese paraíso fiscal en el que todo funciona con la perfección de un reloj ídem (Cuack!) se vio manchado, señalado y puesto al descubierto por nada más y nada menos que un juego: el fútbol.
Siete dirigentes de la FIFA fueron detenidos en la casta y pura Zurich en el marco de una causa que investiga corrupción por más de 100 millones de dólares en la cesión de los derechos televisivos de distintas competencias deportivas, entre ellas los Mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022.
La FIFA está presidida desde hace 17 años por Joseph Blatter (Suizo), quien sucedió en el cargo al brasilero Joao Havelange tras 24 años de reinado (!). Claramente en la FIFA el sillón es demasiado cómodo (?). Ahora bien, un caso de corrupción como éste, de repercusión mundial, exige desde la ética y el amor propio de cualquier ser humano con algo de dignidad en sangre, una renuncia masiva de dirigentes. Sobre todo de su cara visible, máxima responsable de colocar a los funcionarios corruptos en lugares de poder.
Muy por el contrario, se realizó en el día de hoy una elección histórica para la presidencia de la FIFA en la que el caradura de Blatter resultó triunfador por 173 votos contra 73 de su único rival, el Príncipe de Jordania Ali bin Al Hussein, quien se retiró de la segunda vuelta reglamentaria (sí, ballotage en una elección entre dos!! Ésto es un circo). Así, se extienden a potenciales 21 años de Blatter al frente del máximo organismo del fútbol mundial.
Este resultado se explica, en gran parte, por la práctica extendida del mecenazgo, más cercano a la política que a la dirigencia de cualquier deporte. Así debería ser, al menos. Pero desde que el fútbol se tornó uno de los negocios más rentables, los favores a cambio de apoyo (el famoso "dame-que-te-doy") se volvieron moneda corriente.
El "FIFAgate" desnuda la necesidad de un cambio en todos lo niveles: de nombres, de topes de períodos al frente del organismo, de formas de elección (resulta caricaturesco que el voto no sea secreto a esta altura), de transparencia en los números, etc.
Para el final, dos frases bien nuestras exportadas al mundo: 1) "Todo pasa", cualquier parecido con la realidad de la AFA no es pura coincidencia. 2) "La pelota no se mancha", Ay, Diego!
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