1 de agosto de 2015

Bailando por un voto

A una semana de las PASO para las elecciones presidenciales 2015, los spots publicitarios de todos los candidatos se pasean en loop por toda la televisión argentina generando esa omnipresencia inevitable característica del medio como vehículo de difusión. 

El spot, en el caso de la televisión, comporta un desafío ineludible: condensar en imágenes y palabras en un breve período de tiempo un mensaje conciso, eficaz, contundente. Sería una locura pedirle a un spot de campaña que exprese claramente las políticas y medidas a tomar en caso de ser gobierno. Se trata más bien de resumir en un slogan características positivas propias y dejar en claro (sobre todo en esta pelea de "continuidad vs cambio") que el otro es más de lo mismo o directamente no sirve.

Difícilmente un candidato logre captar un gran caudal de votos solamente a partir de un spot publicitario. Pero partiendo de las posibilidades narrativas que la televisión ofrece, la originalidad aparece como la herramienta argumentativa más buscada. El problema es que el límite entre lo disruptivo y lo bizarro es tan lábil que la mayoría termina cayendo en la ridiculez más absoluta.

Por citar solo algunos ejemplos, están las piezas maestras (?) de Massa en la que un bebé llora frente a la pantalla mientras desfilan imágenes de los años kirchneristas; Macri visitando casas de familia de todo el país; Scioli mezclando imágenes de su vida como deportista con su actividad política y el del MST, el más bizarro de todos seguramente (palo y palo con el rap de De la Sota), en el que aparece Carlos Menem pariendo a Macri y a Scioli. Parecen todos sacados de un sketch de Capusotto, pero no, son el producto de un trabajo mancomunado entre ladris profesionales de marketing y creativos publicitarios que seguramente cobran fortunas.

En lo que sí son exitosos, sobre todo los partidos que no los vota nadie menos posibilidades objetivas tienen, es en el hecho de instalarse en la agenda mediática, en lograr una visibilidad pública cuya única vía de expresión consiste en correr los límites de la corrección política. Ahí está el verdadero fin del spot, lograr entrar en la discusión aunque sea a partir de una puesta en escena bizarra.

Seguramente en esta semana surgirán nuevos spots que quedarán en la historia de la televisión. Difícilmente el Domingo a la hora de emitir el voto nos acordemos de esas imágenes casi caricaturescas de tipos de los que poco y nada conocemos, pero a los fines del espectáculo televisivo resulta una suerte de gratificación simbólica (?) ver a políticos ante miles de personas auto humillándose por un voto. El show siempre debe continuar...








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