8 de agosto de 2015

El escándalo Chano-gate

Fueron décadas de fomentar y festejar los excesos del rockstar como triunfos propios, cuando de haber sido ejecutados por cualquier otro mortal (?), se trataría de conductas imperdonables que no tardaríamos medio segundo en señalar. La liturgia del rock se ha encargado de construir a partir de estas exageraciones una imagen del rockstar hasta el punto de traspasar sus propios límites.

El caso de lo ocurrido el Miércoles con Chano Charpentier, cantante del grupo Tan Biónica, comporta además algunos detalles paradigmáticos para pensar el fenómeno: el tipo manejó casi una cuadra en contramano, chocando varios autos estacionados. Luego el examen toxicológico revelaría que se encontraba bajo la influencia de cocacína, marihuana y alcohol. Para coronar el incidente, varios vecinos literalmente lo lincharon enviándolo al hospital, dejándolo en estado crítico.

Por un lado entonces, tenemos la irresponsabilidad del rockstar que podría haber causado un accidente mucho mayor. Ésto es condenable, demás está decirlo. Pero es esa misma cultura rock la que ha fomentado durante años el traspaso de los límites hasta volverlo algo constitutivo de la propia manera-de-ser del rockero. La figura del artista que flagela su cuerpo y trasciende las normas sociales establecidas, es algo aplaudido y casi demandado hasta el hartazgo. Y resulta inevitable pensar que de tratarse de algún otro rockstar más del riñón (?) tal vez seríamos un poco más benévolos. 

Por otro lado, tenemos la justicia por mano propia por parte de los vecinos. Resulta grotesco tener que analizar este tipo de conductas en pleno 2015 y evidencia rastros de una sociedad por demás violenta que canaliza a través de problemas de tránsito cotidianos, del fútbol, de contiendas políticas, etc. su agresividad latente configurando un espacio de anarquía en donde literalmente vale todo. Una locura...

El Chano-gate revela conductas condenables desde todos los rincones, incluso desde los propios fanáticos de la banda intentando justificar, presos del fanatismo bobo que el mundo del rock alienta, lo que podría haber derivado en una tragedia. Más allá de la valoración personal hacia tal o cual banda, es un fenómeno que tal vez deberíamos detenernos a pensar con una mirada más abarcativa dejando de lado ciertos fanatismos-odios que nada ayudan y mucho estorban.

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