15 de mayo de 2015

Papelón histórico

Dentro de muchos años, cuando se escriba el libro negro del fútbol argentino, el capítulo dedicado al 14 de Mayo del 2015 será sin lugar a dudas uno de los más oscuros. Porque la acumulación de una serie de hechos desafortunados, responsabilidades individuales y negligencias desde todos los rincones implosionaron manchando con tinta indeleble al espectáculo deportivo más hermoso del mundo. Una vez más...

Boca y River se veían las caras en un choque histórico: partido de vuelta por los Octavos de Final de la Copa Libertadores, la competencia más prestigiosa a nivel clubes en el plano continental. Uno de los dos seguiría, el otro quedaría en el camino. El sueño de todo hincha: poder eliminar deportivamente a su histórico rival de una competencia internacional. Y de los neutrales también, porque contemplar a los dos equipos más grandes de nuestro fútbol en esta instancia es (o debería haber sido) un espectáculo hermoso.

Pero la historia estuvo lejos de todo atisbo de belleza. Una vez más, lo violentos acapararon la escena entregándonos un devenir de escenas bochornosas: gas pimienta arrojado en la manga de los jugadores de River al momento de iniciar el segundo tiempo, jugadores quemados, insistencia por parte del plantel y cuerpo técnico de Boca para continuar el partido, poca personalidad del impresentable árbitro para suspender lo que a esa altura ya era un papelón, el plantel de River retirándose mientras desde la tribuna les llovía de todo, dirigentes de la Conmebol yendo y viniendo sin saber qué hacer, un operativo policial digno de una comedia yanqui de bajo presupuesto, los jugadores de Boca saludando al final a los pelotudos hinchas que iniciaron este quilombo... Ni a propósito se podría haber hecho todo tan mal.

Pero sería un error pensar que este tipo de comportamientos (repudiable, está demás decirlo) es solamente patrimonio de la hinchada de Boca porque son negros, cabezas, poco menos que simios (en redes sociales se pudo leer este tipo de cosas y más). La violencia es parte constitutiva de todas las hinchadas del fútbol argentino. Ya no se trata de una anomalía aislada que es necesario erradicar, sino su modo de expresión de las frustraciones deportivas. Y el límite entre el tan mentado folklore del fútbol y la incitación a la violencia (lábil como pocos, es cierto) los violentos tardan segundos en traspasarlo.

Porque la cultura del aguante, esa suerte escala de valores surrealista en la cual cagarse a trompadas en la cancha, tratar al hincha del equipo rival de "puto", "cagón" y "amigo de la yuta" o incluso llegar a matar a un simpatizante de otro club, está bien. El "aguante" legitima todo tipo de violencia. Y fueron los 35 años de "grondonismo" los que posibilitaron el crecimiento exponencial de las Barras Bravas del fútbol argentino. Amparadas por la connivencia policial y dirigencial, metidos de lleno en los negocios de los clubes y utilizados como punteros políticos, todo eso potenciado por falta de sanciones desde (donde si no) la AFA. La herencia que Don Julio nos legó...

También sería un error pensar que el fútbol es EL problema. Por el contrario, este tipo de situaciones de violencia extrema hablan de un problema mucho más profundo: una sociedad enferma que encuentra en el fútbol el vehículo ideal para manifestar su falta de valores, educación, principios... todo eso no puede expresarse sino de manera violenta. 

El fútbol argentino está herido de muerte. Hace rato que lo está. Lo de ayer es solo un episodio más, que traerá debates, sanciones, medidas de seguridad... todas aspirinas para intentar curar un cáncer terminal. Porque dentro de una semana la pelota volverá a girar y todos nos olvidaremos rápidamente de este papelón hasta que vuelva ocurrir. Y así, en esta rueda patológica que llamamos fútbol argentino. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables.

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