Desahogo. Es la única palabra que le cabe a este momento. La que describe a la perfección los noventa y pico de minutos de hoy contra Nigeria. Ni juego, ni merecimiento, ni táctica. Desahogo y nada más. Un grito atragantado hace varias semanas.
Argentina llegó al último partido de la zona de grupos de este Mundial luego de un baño de realidad. Estuvo a cinco minutos de un papelón histórico por impericia propia, después de dos partidos para el olvido. No hubo ni un atisbo de injusticia. Se llegó a esta situación por una lista pésimamente armada, un DT que confunde tiempos, intérpretes y cambios y rendimientos individuales bajísimos. Se tocó fondo y a partir de ahí sólo queda mejorar.
Justamente hoy se vio el mejor rendimiento colectivo de Argentina (sin ser una máquina): siendo protagonista, imponiendo condiciones, presionando en todos los sectores, plantándose en campo rival. Un primer tiempo casi perfecto en el que mereció 1 o 2 goles más. Pase de crack de Banega, que jugó un primer tiempo exquisito, control y definición también de crack por parte de Messi. Y Argentina creció con el gol. Participativo Di María, correcto Mascherano, bien Higüaín pivoteando, sólidos los del fondo. Argentina redujo a Nigeria a un mero espectador.
Con el gol tempranero de ellos (penal dudoso pero cobrable) en el segundo volvieron los fantasmas. Este equipo es uno de esos boxeadores verdes a los que les das una trompada y se desploma. Tiene mandíbula floja. Ante la primer adversidad se cae como un castillo de naipes. Le pelota empieza a pesar mil kilos. Lo que hasta ahí salía con fluidez, se volvió juego aburrido y toqueteo intrascendente. Los espacios lógicamente se cerraron y Argentina chocaba, sin llegar ni crear situaciones medianamente claras de gol.
Entonces sólo quedaba buscar la heroica. Otra vez - como contra Holanda en el Mundial pasado, como contra Perú en la eliminatoria del 2010 - a alimentar la épica. Otra vez a tirar la mística a la cancha. Tarde los cambios hoy también: el partido pedía a Pavón en el mano a mano 15 minutos antes. También otro delantero para tener más peso en el área. Así apareció Marcos Rojo solo cuando todas las marcas se fueron con los referentes de área.
Soy de los que piensan que en Octavos empieza otro Mundial. Lo que viene es bravo, más por el propio rendimiento que por el rival de turno. Argentina juega contra Argentina. Juega contra sus propios fantasmas. Este grupo de jugadores autogestionados, criticados hasta el hartazgo y con el peso de tres finales perdidas sobre el lomo, pudo sacar hoy el amor propio de la mochila. Quien te dice que no se les haga costumbre...
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