30 de julio de 2014

Muerto el Rey, viva el Rey?

La muerte enaltece. Y ésto es así sencillamente porque se trata de un fenómeno doloroso y sin explicaciones para el ser humano. La desaparición física de una personalidad pública (medios de comunicación mediante) suele resaltar sus cualidades y minimizar sus defectos. En el caso de Julio Humberto Grondona, fallecido hoy al mediodía, se está verificando este proceso con el correr de las horas. 

Los datos duros marcan que Don Julio estuvo 35 años al frente de la AFA, en los que se ganó un Mundial, se llegó a la Final de otros dos, se ganó 6 Mundiales en divisiores inferiores y descendieron 4 de los 5 grandes del fútbol argentino a la segunda división. Además, vio pasar a 11 Presidentes por el sillón de Rivadavia y tres Papas. Mientras todo ésto pasaba, él permaneció inamovible en su despacho de Viamonte 1366.

Obviamente, no se llega a ocupar un cargo tan importante por tanto tiempo de la noche a la mañana. Supo conseguir un alto grado de consenso a lo largo de estos 35 años, principalmente a través de una buena relación con los miembros de la FIFA, la colaboración de los dirigentes argentinos (a cambio de favores económicos y futbolísticos) y, por qué negarlo, una importante capacidad de liderazgo vertical.

Pero además de estos números que pasarán a forma parte de cientos de informes ad hoc para recordar a Don Julio, no tenemos que olvidarnos de los 183 muertos durante su gestión. Grondona es, sin dudas, el máximo responsable del crecimiento de las barras bravas y el aumento de la violencia en el fútbol argentino (con la connivencia del poder político de turno, está claro).

Suele decirse que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. En este caso, tenemos el fútbol que nos merecemos, claramente. Grondona fue lo que fue durante tantos años porque nosotros se lo permitimos. Nos sentamos cómodamente en la platea mientras veíamos cómo destruía sin remordimientos al fútbol argentino. Es culpa nuestra también.

Seguramente la figura de Grondona se irá legitimando con el paso de los días. Por mi parte, creo que se fue una verdadera lacra que hirió de muerte al fútbol argentino. Me encantaría ser optimista y decir que estamos ante una oportunidad para empezar de cero. Pero no, este tipo de mafiosos suele dejar resuelta su sucesión, cuidadosamente planificada. Porque el "Todo Pasa", lamentablemente, era sólo para el anillo...

13 de julio de 2014

Golpe a la ilusión

¿Qué decir en este momento? Las finales del mundo siempre son difíciles de explicar, el fútbol es difícil de explicar. En principio, queda la sensación de haber nadado tanto mar adentro para ahogarnos cuando por fin vimos la orilla... Y vaya si duele, pero hay más.

Partido trabado, intenso, angustiante... como sabíamos que iba a ser. En el primer tiempo, Alemania manejó mejor la pelota, siempre por abajo, con ese mediocampo criterioso (el mejor del mundo, sin dudas) que entiende los tiempos del partido mejor que nadie. Pero las más claras fueron nuestras (la de Higuaín hubiera cambiado todo, seguramente), rápidos en la contra pero sin la contundencia necesaria en la red. En una final y contra el mejor del mundo, no se puede errar...

En el segundo, la presión alemana bajó y nos paramos unos metros más adelante. Ellos ya no la manejaron con tanta comodidad y el gol argentino parecía estar al caer. Una de Messi, otra de Palacio y el penal no cobrado a Higuaín. Nunca me gustó poner como excusa fallos arbitrales, creo que un equipo con pretensiones tiene que tener argumentos para sobreponerse a ese tipo de injusticias. Pero fue un penal más grande que el Maracaná!! Y en un momento clave del partido. Otra vez en una final, otra vez con Alemania enfrente. A los argentinos las teorías conspirativas siempre nos sedujeron, es cierto, pero en ésta tenemos razón.

Cuando el partido se encaminaba directo a los penales y le prendíamos velas a San Romero, llegó esa jugada perdida por la izquierda, un centro que parecía no traer complicaciones y de repente Göetze, inexplicablemente solo, la mató de pecho y adentro. Golazo. Con diez minutos por jugar, todos pensamos que el guionista de este Mundial, de una pluma exquisita, tal vez se guardaba un último giro dramático y de alguna manera llegaría el agónico empate que nos diera una vida más. Pero no, lamentablemente no.

Queda la desilución, obviamente. ¿Que era el Mundial de Messi? Ok. ¿Que los famosos cuatro fantásticos nunca anduvieron? Está bien. ¿Que este equipo no brilló en ningún momento en todo el torneo? Puede ser. Pero se dejó todo y el camperón del mundo, el mejor de todos, te ganó en suplementario y a través de una jugada aislada. 

Alemania es un justo campeón. Argentina también lo hubiera sido, porque le jugó de igual a igual a una selección que entendió a la perfección la palabra "proceso" y viene trabajando desde hace años con la misma base de jugadores y la misma filosofía.

Confieso que esta selección no me entusiamaba en la previa. Con el correr de los partidos me fue convenciendo que se podía, que el sueño era posible. Más allá de los reproches puntuales que podamos hacer, valoro el haber llevado a nuestro fútbol a discutir otra vez cara a cara con los mejores del mundo. No es poco. Sería interesante tomar este Mundial como punto de partida y laburar desde acá. En cuanto a este partido, ésto es fútbol y en fútbol, se gana y se pierde. Por mi parte, nada para reprochar.


9 de julio de 2014

A un paso de la gloria

Es muy difícil esquivar las emociones para escribir en este momento. El fútbol muchas veces no se puede entender desde la razón, simplemente se siente. Hoy es uno de esos días. Después de muchas frustraciones mundialistas volvemos a jugar una final.

Partido aburrido, trabado, deslucido desde lo técnico, con pocos espacios y menos ideas. Las Semifinales de un Mundial suelen ser así, lo de ayer de Brasil-Alemania es una de esas cosas que se dan una sola vez en la vida (por eso mismo, te lo vamos a recordar siempre, brazuca!). El miedo a equivocarse, en esta instancia, conspira contra el desenfado y la irresponsabilidad (bien entendida) propios del fútbol.

Argentina y Holanda son equipos bastante parecidos. Ordenados atrás (Argentina lo fue consiguiendo con el correr del Mundial), ambos se sienten más cómodos jugando de contra con espacios y son por demás dependientes de la inspiración de sus individualidades. El planteo táctico defensivo de Argentina era sencillo: cortar el circuito creativo Robben-Sneijder-Van Persie. Si no estás muy interiorizado en el fútbol holandés, va una breve guía mnemotécnica: Robben es ese pelado que tiene pinta de gerente de banco; Sneijder es el que parece cantante pop británico; y Van Persie, el grandote carilindo a lo Bradley Cooper.

Pocas llegadas de los dos lados. Messi y Robben bien contenidos, con marca doble casi todo el tiempo y el partido desarrollándose cual partida de ajedrez. Todas se pelearon como si fuera la última. Y ahí es donde aparece lo que decía la semana pasada: la mística, tal vez lo más valorable de este equipo, que no brilla pero contagia desde la entrega. Párrafo aparte para ese cierre celestial de Mascherano en el último minuto, cuando Robben se disponía a dejarnos sin nada una vez más. Acalambrado y con moretones hasta en el alma, Masche se vistió de guerrero espartano por enésima vez.

Soy de los que creen que los penales son una muestra de carácter. Después de 120 minutos, cuando las piernas pesan mil kilos y el miedo escénico invade, el arco se vuelve demasiado chico. Los arqueros de un equipo grande están para eso, para sacar la cara cuando más se los necesita. Y "chiquito" Romero (hoy vestido de gigante) se encargó de todo. Según cuentan, previo a los penales, Masche le dijo al oído: "Hoy es tu noche. Hoy te recibís de héroe". Anécdotas que agrandan aún más la leyenda...

Se viene Alemania. Otra vez nos vemos las caras en una final. Estamos a un paso de la gloria. Lo hecho hasta acá quedará en la historia, sin dudas. Cómo no ilusionarse con la vuelta Olímpica? Alemania es el mejor equipo del Mundial, pero la máxima bilardista reza: las finales no se juegan, se ganan. Nos vemos el domingo, Alemania...



6 de julio de 2014

24 años después

Parecía una quimera. Desde aquella heroica travesía de Italia 90, en la que con un equipo limitado y herido fuimos sorteando etapas hasta llegar a la final y quedar en las puertas de la gloria, no habíamos podido pasar la instancia de Cuartos de Final. Fueron cinco Mundiales, en todos nos creímos ganadores antes de empezar. En ninguno llegamos a Semifinal. 

No es casualidad que este período de sequía coincida con la era "Pos Maradona". Le pasó lo mismo a Brasil: luego del reinado de Pelé, estuvo 24 años (hablame de casualidades) para volver a jugar una Final y levantar la copa.

Teníamos las esperanzas de siempre. Y también los miedos que esta instancia nos genera. En frente estaba Bélgica, más accesible que otros en los papeles, complicado como cualquiera a esta altura. Las dudas además surgían por un equipo que promete más de lo que cumple, que ganó todos los partidos por la mínima diferencia y que, al menos hasta ayer, no convencía desde el fondo. 

Los cambios de Sabella, ya con el diario del Domingo (?), dieron resultado. Afuera Fernández y Gago, lo más flojo sin dudas en los cuatro partidos anteriores. Adentro Demichelis y Biglia, aportando más solidez atrás y equilibrio en el medio. Si hubiéramos perdido, ahora lo estaríamos matando al técnico por tocar el equipo a mitad del torneo. Inevitable, si no no seríamos argentinos...

En el haber están el gol de Higuaín (siempre es importante que los goleadores sean determinantes), la solidez defensiva, la autoridad para manejar el partido (más allá de ese aluvión de centros al final, Bélgica casi no preocupó) y la solidaridad del equipo para pelearlas todas. Me animo a decir que se transmite cierta mística desde adentro, difícil de explicar, pero que contagia y nos invita a creer. En el debe, tenemos la falta de juego colectivo, la incapacidad para cerrar los partidos y la lesión de Di María (fundamental en este esquema y uno de los pilares a la hora de jugar).

Se viene Holanda. Ni tan cuco como aquel que paseó a España en el primer partido del Mundial ni tan tibio como el que ayer tuvo que sufrir hasta los penales para superar a Costa Rica. Es un rival difícil, sí, pero no imposible. Además, en Semifinal ya no se puede especular con los rivales. Hasta acá, el fixture de alguna manera nos sonrió, ahora hay que ganarle al que venga.

Allá por 1990, con solo 7 años, pensaba que Argentina llegando a la Final de un Mundial era lo lógico, lo que tenía que pasar, lo normal. Cinco mundiales de frustraciones tempraneras pasaron para demostrarme que estaba equivocado. Más allá de las críticas interminables que los 40 millones de técnicos argentinos tenemos, es necesario valorar lo hecho hasta acá. Volvemos a jugar una Semifinal 24 años después, cómo no ilusionarse?