Minutos más, minutos menos, a las 16:30 hs el Estadio Único de Avellaneda ya explotaba de gente. ¡¡Cuatro horas antes del inicio del partido!! Entonces pensé, incluso antes de entonar las primeras estrofas tribuneras de rigor, qué clase de destino carente de códigos puede animarse a arruinar esta fiesta? Reinaba un espíritu triunfalista. Más allá del entusiasmo de la gente de Racing, que lleva la bandera de la desmesura a todos lados, en este caso los cimientos estaban, faltaba levantar la casa en 90 minutos eternos.
Estaba todo servido para disfrutar de una fiesta grande. "Disfrutar", esa palabra extraña, esquiva, ajena, de la que los hinchas de Racing no terminamos de hacernos amigos. Porque "ésto es Racing", frase slogan que funciona desde hace décadas como marco explicativo de desgracias increíbles y finales catastróficos. Algo de eso también se respiraba (inconscientemente) ayer en el Cilindro.
Pero hubo un partido también. Y Racing lo ganó bien, con autoridad, actitud, algo de juego... Y con una diferencia menor a la merecida, pasa que si no se sufre no es Racing (sería como el lado B del "Ésto es Racing").
Y es un justo campeón. Porque en los últimos 9 partidos recibió sólo un gol. Ganó 8 y empató 1. Porque terminó con 41 puntos, una animalada en éstos tiempos tan mezquinos. Y porque de atrás para adelante hubo un equipo con todas las letras: "Chino" Saja, referente y clave desde la seguridad; una dupla de centrales sólida, la mejor de los últimos 15 o 20 años; un tándem Videla/Aued que funciona a modo de peaje en la mitad de la cancha y devuelve un ticket siempre redondo al pie de un compañero; un Gastón Díaz vestido de asistidor (ayer, como en todo el torneo); un Centurión más concentrado en entender los tiempos del partido que en hacer el gol de su vida; un Bou de impecable laburo sucio de espaldas al arco y aportando goles claves. Todo ésto de la mano de un Diego Cocca que se bancó todas las críticas (muchas injustas, otras no tanto...) y se supo mantener al margen de la picadora de carne en la que se convierte Racing cuando las cosas no salen. No es poco.
Y Diego Alberto Milito. Qué decir de este muchacho que no se haya dicho ya? Contagia desde el juego a sus compañeros, contagia a los de afuera por actitud y contagió a 60 mil tipos en las tribunas cuando en plena vuelta olímpica rompió en llanto, ese mismo llanto que teníamos todos contenidos desde hace años. Si sos de Racing y no lloraste en ese momento, tenés líquido para frenos en las venas...
Sentido de pertenencia. Eso es Diego Milito. Un tipo que tranquilamente podría haber seguido en Europa, ganando millones y disfrutando de otro estilo de vida. Pero no, prefirió volver al club que lo vio nacer, resignando una fortuna, para ser el líder indiscutido de un equipo que iba en busca de una pavada, una cosa de todos los días, nada importante... Gloria le dicen. Tenía más para perder que para ganar, pero no le importó nada. No nos va a alcanzar la vida a los hinchas de Racing para agradecerle...
Estaría buenísimo que este 14 de diciembre de 2014 sea un punto de partida. Acostumbrarse a disfrutar, poco menos que una quimera para nosotros. Racing es demasiado grande para esperar otros 13 años sin ganar nada. Y porque ver ese obelisco teñido de celeste y blanco, un domingo a las tres de la mañana, fue hermoso. Porque eso, "eso también es Racing"
No hay comentarios:
Publicar un comentario