30 de agosto de 2015

Fear The Walking Dead: así empezaba todo

Allá por el 31 de Octubre de 2010 se estrenaba en Estados Unidos el episodio piloto de The Walking Dead, serie post apocalíptica centrada en la temática zombie, género harto bastardeado en el mundo del cine. Pronto se convertiría en una de las series más seguidas de la historia de la televisión por cable a nivel mundial. A lo largo de cinco temporadas, no deja de sumar fanáticos que la ubican entre las mejores de todos los tiempos. Pero lo que no hizo TWD es explicar el comienzo de la epidemia zombie, para eso llega Fear The Walking Dead, su spin-off, tal el término en la jerga serial (?).

Fear the Walking Dead se ha convertido en el estreno de una serie con más audiencia en toda la historia de la televisión por cable con 10.100.000 espectadores, desplazando de ese puesto a Better Call Saul que reunió en su momento 6.900.000.

Escrita y dirigida por Robert Kirkman y Dave Erickson (mismos creadores de TWD), la serie comienza un mes antes de que Rick Grimes despierte del coma en una hospital de Atlanta y descubra que el mundo se fue al carajo ya no es lo que era. También cambia la locación: nos vamos a la costa oeste de Estados Unidos, a Los Ángeles más precisamente. Y en cuanto a los protagonistas, dos familias disfuncionales que irán descubriendo (como nosotros) cómo arrancaba todo.

Los flashbacks, técnica utilizada en cine y series para echar un vistazo al pasado para explicar algo del presente, resultan un recurso que el espectador siempre agradece. En este caso, se trata de una serie nueva y con otros protagonistas dedicadas a tal fin. Fear The Walking Dead tiene una gran ventaja: no está basada en un cómic como la serie madre. La desventaja será sobrellevar la comparación constante.

El capítulo piloto, lento, con mucho diálogo y casi sin zombies, se centra en los conflictos humanos entre ambas familias protagonistas y poco más. La idea es sentar las bases para lo que se viene seguramente. El origen de la pandemia, explicación que los fanáticos le vienen reclamando a The Walking Dead desde hace cinco temporadas, irá apareciendo en pequeñas dosis. 

En la explotación (?) de esta necesidad del rompebolas del espectador de información está el verdadero éxito de las llamadas series de culto. Nunca es suficiente lo que se muestra, siempre es necesario algo más. Porque ninguna serie puede explicarlo todo, nunca. Siempre quedarán cabos sueltos y los muchachos de la AMC, que te hacen un asado abajo de la lluvia, vieron (¿o crearon?) esta necesidad e inventaron una serie nueva que generará millones. Cracks!

Es bueno este primer capítulo de Fear The Walking Dead? Sí. Es una obra maestra? No, muy lejos de eso. La clave estará en la dosificación de la información. De nada sirve tirar de entrada hordas de zombies tomando la ciudad, para eso me quedo con TWD. La idea, saludable y lógica, es aportar otra mirada del mismo fenómeno antes de que se convierta en fenómeno. Tremendo desafío. Veremos...

28 de agosto de 2015

El silencio no es tiempo perdido

Un silencio, a veces, puede transmitir más que mil palabras. Esta frase remanida que roza el cliché, no deja de ser cierta incluso en momentos límite donde la lógica indicaría que es necesario decir un montón de cosas. También puede convertirse en una decisión difícil aunque acertada. Polémica, conflictiva, dolorosa... pero declaración de principios al fin.

Fue el camino elegido por Les Luthiers en su vuelta a los escenarios en el estadio Orfeo Superdomo de Córdoba tras la muerte el pasado Viernes de Daniel Rabinovich, miembro fundador del mítico grupo argentino. No hubo mención alguna al duro golpe sufrido. Su pensamiento quedó plasmado en la carta de despedida que publicaron en Facebook, la cual fue repartida al público con el programa de la obra. "Hoy estamos de duelo pero, aún tristes y doloridos, mantenemos nuestra decisión de seguir trabajando. Vamos a continuar con lo que mejor sabemos y más nos gusta, este bendito oficio de hacer reír a la gente. Es lo que quería Daniel", reza el comunicado. 


Sin dudas debe haber sido una decisión difícil de tomar. Son casi 50 los años compartidos por la misma formación (más allá del alejamiento de Ernesto Acher en 1986) y cada uno de sus integrantes resulta una parte constitutiva del grupo. Siempre resultó una locura pensar a Les Luthiers sin alguno de los cinco integrantes, pero también sabíamos que en algún momento ésto podía pasar. Y la decisión fue continuar, porque el show siempre debe seguir...

Les Luthiers siempre hizo gala de un bajo perfil, una especie de declaración de principios ante el mundo del espectáculo que cumplieron a rajatabla en tantos años de trayectoria. Por eso no extraña esta elección del silencio por sobre el sentimentalismo de cualquier tipo de homenaje expreso. Porque, a fin de cuentas, el acierto artístico de Les Luthiers siempre ha sido escaparle al lugar común como acto rupturista entre tanta repetición de fórmulas.

Los silencios (en plural y como recurso artístico) siempre fueron una forma más de comunicar para el grupo arriba del escenario. La gestualidad y discusiones en off son la herramienta elegida cuando las palabras y la música se toman un descanso. Y Daniel Rabinovich manejaba como nadie esos instantes de silencio para nada incómodos y cargados de sentido tan característicos de Les Luthiers.

De alguna manera, el silencio ante lo obvio fue el camino que eligieron los integrantes del grupo para comunicar el sentimiento que seguramente los atravesaba. Más allá de que el público presente esperara algún tipo de mención, las palabras hubieran sobrado. En este caso, el silencio se encargó de decir todo aquello que había para decir (y más)



8 de agosto de 2015

El escándalo Chano-gate

Fueron décadas de fomentar y festejar los excesos del rockstar como triunfos propios, cuando de haber sido ejecutados por cualquier otro mortal (?), se trataría de conductas imperdonables que no tardaríamos medio segundo en señalar. La liturgia del rock se ha encargado de construir a partir de estas exageraciones una imagen del rockstar hasta el punto de traspasar sus propios límites.

El caso de lo ocurrido el Miércoles con Chano Charpentier, cantante del grupo Tan Biónica, comporta además algunos detalles paradigmáticos para pensar el fenómeno: el tipo manejó casi una cuadra en contramano, chocando varios autos estacionados. Luego el examen toxicológico revelaría que se encontraba bajo la influencia de cocacína, marihuana y alcohol. Para coronar el incidente, varios vecinos literalmente lo lincharon enviándolo al hospital, dejándolo en estado crítico.

Por un lado entonces, tenemos la irresponsabilidad del rockstar que podría haber causado un accidente mucho mayor. Ésto es condenable, demás está decirlo. Pero es esa misma cultura rock la que ha fomentado durante años el traspaso de los límites hasta volverlo algo constitutivo de la propia manera-de-ser del rockero. La figura del artista que flagela su cuerpo y trasciende las normas sociales establecidas, es algo aplaudido y casi demandado hasta el hartazgo. Y resulta inevitable pensar que de tratarse de algún otro rockstar más del riñón (?) tal vez seríamos un poco más benévolos. 

Por otro lado, tenemos la justicia por mano propia por parte de los vecinos. Resulta grotesco tener que analizar este tipo de conductas en pleno 2015 y evidencia rastros de una sociedad por demás violenta que canaliza a través de problemas de tránsito cotidianos, del fútbol, de contiendas políticas, etc. su agresividad latente configurando un espacio de anarquía en donde literalmente vale todo. Una locura...

El Chano-gate revela conductas condenables desde todos los rincones, incluso desde los propios fanáticos de la banda intentando justificar, presos del fanatismo bobo que el mundo del rock alienta, lo que podría haber derivado en una tragedia. Más allá de la valoración personal hacia tal o cual banda, es un fenómeno que tal vez deberíamos detenernos a pensar con una mirada más abarcativa dejando de lado ciertos fanatismos-odios que nada ayudan y mucho estorban.

1 de agosto de 2015

Bailando por un voto

A una semana de las PASO para las elecciones presidenciales 2015, los spots publicitarios de todos los candidatos se pasean en loop por toda la televisión argentina generando esa omnipresencia inevitable característica del medio como vehículo de difusión. 

El spot, en el caso de la televisión, comporta un desafío ineludible: condensar en imágenes y palabras en un breve período de tiempo un mensaje conciso, eficaz, contundente. Sería una locura pedirle a un spot de campaña que exprese claramente las políticas y medidas a tomar en caso de ser gobierno. Se trata más bien de resumir en un slogan características positivas propias y dejar en claro (sobre todo en esta pelea de "continuidad vs cambio") que el otro es más de lo mismo o directamente no sirve.

Difícilmente un candidato logre captar un gran caudal de votos solamente a partir de un spot publicitario. Pero partiendo de las posibilidades narrativas que la televisión ofrece, la originalidad aparece como la herramienta argumentativa más buscada. El problema es que el límite entre lo disruptivo y lo bizarro es tan lábil que la mayoría termina cayendo en la ridiculez más absoluta.

Por citar solo algunos ejemplos, están las piezas maestras (?) de Massa en la que un bebé llora frente a la pantalla mientras desfilan imágenes de los años kirchneristas; Macri visitando casas de familia de todo el país; Scioli mezclando imágenes de su vida como deportista con su actividad política y el del MST, el más bizarro de todos seguramente (palo y palo con el rap de De la Sota), en el que aparece Carlos Menem pariendo a Macri y a Scioli. Parecen todos sacados de un sketch de Capusotto, pero no, son el producto de un trabajo mancomunado entre ladris profesionales de marketing y creativos publicitarios que seguramente cobran fortunas.

En lo que sí son exitosos, sobre todo los partidos que no los vota nadie menos posibilidades objetivas tienen, es en el hecho de instalarse en la agenda mediática, en lograr una visibilidad pública cuya única vía de expresión consiste en correr los límites de la corrección política. Ahí está el verdadero fin del spot, lograr entrar en la discusión aunque sea a partir de una puesta en escena bizarra.

Seguramente en esta semana surgirán nuevos spots que quedarán en la historia de la televisión. Difícilmente el Domingo a la hora de emitir el voto nos acordemos de esas imágenes casi caricaturescas de tipos de los que poco y nada conocemos, pero a los fines del espectáculo televisivo resulta una suerte de gratificación simbólica (?) ver a políticos ante miles de personas auto humillándose por un voto. El show siempre debe continuar...