Esta es la tapa del diario Clarín de hoy. Impacta directamente desde lo visual a través de una foto central (siempre es la noticia más destacada en tapa) que muestra a un joven crucificado en Siria por motivos religiosos. El título es: "La foto que hizo llorar al Papa".
El recurso de apelar al amarillismo tiene una larga tradición en la prensa gráfica en Latinoamérica. En nuestro país, el máximo exponente entre los diarios sensacionalista es Crónica, con un amplio historial de fotos escandalosas en tapa, publicadas sin ningún tipo de pudor. Diario Popular, por su parte, suele contribuir al "género" cada tanto.
El recurso de apelar al amarillismo tiene una larga tradición en la prensa gráfica en Latinoamérica. En nuestro país, el máximo exponente entre los diarios sensacionalista es Crónica, con un amplio historial de fotos escandalosas en tapa, publicadas sin ningún tipo de pudor. Diario Popular, por su parte, suele contribuir al "género" cada tanto.
Llama la atención porque el Contrato de Lectura de Clarín, ese nexo implícito entre medio y lector que establece qué tipo de material puede ser publicado, no suele echar mano al recurso del sensacionalismo, mucho menos en tapa y a través de una imagen tan explícita.
Por otra parte, el título aparece como un intento de legitimación de la bochornosa imagen. La figura del Papa, personaje que goza actualmente de una popularidad inédita a nivel mundial, sirve para justificar su publicación. El razonamiento sería: si hizo llorar al Papa, tiene que hacer llorar a cada uno de los lectores del "gran diario argentino".
Lo que se pretende de una prensa seria no es que no muestre la realidad (la noticia es una construcción, por lo tanto el reflejo de la realidad como tal, es una falacia, pero dejemos ésto de lado). Lo que se le debe exigir es profesionalismo y madurez a la hora de informar. Una tapa como ésta, que apela al sensacionalismo, al impacto por el impacto mismo, a provocar desde lo visual, nunca va a ser necesaria. Una vez más, Clarín mordió la banquina. Y feo.
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